Secretos interiores de Gran Canaria

Gran Canaria esconde tesoros como las calderas y barrancos de Tejeda y el paraje protegido de Guayedra, que descubriremos internándonos en la isla.
Arquitectura colonial, carreteras vertiginosas que recorren espectaculares paisajes, pueblos muy auténticos y muchos rincones curiosos. Son algunos de los atractivos que esconde el interior de Gran Canaria, una sorpresa reservada a quienes quieran ir más allá de las playas y se animen a aventurarse tierra adentro.
Lo primero que sorprende es que la isla es mucho más verde y montañosa de lo que pueda imaginar quien se quede en el litoral prendado de las playas, y abundan los rincones de naturaleza salvaje, con gran parte de su territorio declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera. Únicamente recorriendo el interior de la isla puede apreciarse la gran variedad de paisajes y climas que se pueden encontrar y que le han generado el sobrenombre de Continente en Miniatura.
Desde hace unos meses, además, es más fácil, ya que el Cabildo de Gran Canaria ha puesto en marcha un plan para fomentar el turismo interior a través de cuatro rutas por los caminos reales y carreteras secundarias, para que los visitantes descubran los paisajes naturales y las riquezas culturales que la isla les ofrece.
Cuatro rutas por el interior permiten descubrir la riqueza natural, histórica y gastronómica de la isla

Tempestad petrificada
La herencia volcánica es la protagonista de la primera ruta, que recorre las coladas de lava de casi catorce millones de años de antigüedad en torno al Roque Nublo. Las estrechísimas y serpenteantes carreteras llevan hasta el que es el símbolo más conocido de Gran Canaria.
Una caminata de apenas cuarenta minutos a pie desde el aparcamiento acerca al visitante hasta esta roca de origen volcánico, que tiene unos 80 metros de altura y se eleva 1.813 sobre el nivel del mar.
La ruta también llega hasta las cuevas que pueblan la zona del triángulo formado por La Aldea, Artenara y Tejeda, una zona de paisajes impresionantes que Unamuno describió como “tempestad petrificada”.
Desde este triángulo de municipios, se pueden emprender paseos por sus caminos reales, descubriendo el sustrato arqueológico de Artenara y los roques, así como las calderas y barrancos de Tejeda. Esta zona, además, concentra algunas de las propuestas gastronómicas más destacadas de la isla, incluyendo delicias como las parrilladas de pescado y de carne de cabrito y una amplia variedad de quesos.
Quienes prefieran adentrarse en el rico pasado histórico de la isla, quizá preferirán la ruta que se dirige al suroeste para descubrir las huellas de los antiguos pobladores, sin dejar de lado los atractivos naturales. El barranco de Tirajana es uno de los platos fuertes de este recorrido, que lleva al turista al eje San Bartolomé-Santa Lucía, núcleos conectados por la carretera GC-815, que bordea desfiladeros y recorre la presa de La Sorrueda, la población de Temisas, La Fortaleza y el Museo de Santa Lucía, así como el poblado prehispánico de Taidía, Rosiana, la necrópolis de Artenara, Tunte y Fataga.
Otra exótica propuesta es recorrer el valle de Agaete, donde puede descubrirse la única plantación de café de Europa, ubicada en el mismo valle y rodeada de un paraje de gran interés botánico y arqueológico. Un auténtico oasis en el que crecen abundantes frutas tropicales, como papayos, mangos y aguacates.
Antiguas culturas de la isla
Algo al norte de esta ruta encontramos otro vestigio de antiguas civilizaciones que acaba de reabrir sus puertas al público tras muchos años de excavaciones, el Museo y Parque Arqueológico de la Cueva Pintada. El edificio del museo se ha levantado sobre los restos de un poblado aborigen canario y es un testimonio de la cultura de los antiguos habitantes de la isla, de la sociedad anterior a la llegada de los europeos y de los primeros años de la colonización.
Por último, la cuarta propuesta es una golosina para los senderistas que busquen paisajes únicos. Recorre el Parque Rural de Doramas, donde la presencia de un reducto de laurisilva, de muestras fósiles y de otras singularidades biológicas convierte este lugar en único. La ruta continúa hasta el barranco de Veneguera, conocido por sus enormes cañones y una de las zonas más salvajes y con más encanto de esta isla.
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