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Alimentación durante el tratamiento

Mantener una dieta sana fortalece y ayuda a lidiar con los efectos del cáncer
Laia Antúnez

Comer bien y realizar ejercicio en la medida de lo posible es esencial para afrontar un tratamiento oncológico. Tal y como apunta el Institut Català d'Oncologia (ICO) en la guía "Comer durante el tratamiento del cáncer", elaborada en colaboración con la Fundació Alícia, una persona con cáncer debería llevar "una alimentación sana y equilibrada, que contenga alimentos de todos los grupos en la cantidad y frecuencia adecuadas". De esta manera, el paciente obtendrá los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento de todo el organismo, lo que le ayudará a mantener un peso adecuado, estar bien hidratado, reducir el riesgo de infecciones y tolerar mejor el tratamiento y sus efectos secundarios.

Controlar los efectos secundarios
Durante el tratamiento, es habitual que se produzcan trastornos digestivos como la pérdida de apetito. Para lidiar con ella, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), en la guía "Alimentación y cáncer", recomienda ingerir poca cantidad de alimento en cada comida, pero hacerlo con más frecuencia, y elegir alimentos ricos en proteínas y en calorías.
La radioterapia y la quimioterapia también alteran la mucosa de la boca y de la garganta, inflamándola y propiciando la aparición de llagas. Por eso, y para minimizar el dolor al comer, es preferible decantarse por propuestas blandas como purés, queso, yogures, flanes, gelatinas y frutas, nunca ácidas ya que incrementan esa irritación. Por el mismo motivo, se recomienda evitar los alimentos aderezados, salados o en escabeche, y las bebidas con gas. Cortar la comida en trozos pequeños y consumir los alimentos fríos o a temperatura ambiente son otras prácticas sencillas que pueden suponer un alivio. Estos consejos también contribuyen a combatir otro de los caballos de batalla de estos pacientes: la sequedad bucal y la dificultad para tragar. En este caso, prescindir de comidas más ásperas como el pan o la carne a la plancha, y potenciar la ingesta de agua durante la comida, puede ser crucial. Un truco: deshacer trozos de hielo en la boca puede proporcionar cierta sensación de confort al paciente.

Guías en el camino
La alteración del gusto y del olfato, y la aparición de náuseas y vómitos, diarrea o estreñimiento son otros de los efectos secundarios más recurrentes. Las guías del ICO y de la AECC, disponibles gratuitamente en sus webs, ofrecen consejos para darles respuesta desde la alimentación, así como recetas y planes nutricionales inspiradores. Aunque, ante cualquier duda, mejor recurrir al personal médico y de enfermería o al dietista-nutricionista de referencia del paciente, que conoce sus necesidades nutricionales específicas y será siempre la fuente de información más precisa.

Grupos de alimentos a incluir en una dieta equilibrada

Lácteos y derivados. Aportan minerales, vitaminas y proteínas esenciales para el cuerpo y conviene incorporarlos a la dieta dos veces al día. Los yogures, además, ayudan a mantener la flora intestinal y el sistema digestivo en buen estado. Las bebidas vegetales, aunque son saludables, no se pueden considerar sustitutos de la leche.

Carnes, huevos y pescado. Son ricos en proteínas de alto valor biológico. El ICO aconseja consumir un mínimo de dos raciones al día, ya sea pescado (blanco y azul), marisco (fresco y/o en conserva) o carne (blanca o las partes magras de la carne roja). Evitar salchichas, hamburguesas y otros derivados por su contenido graso.

Patatas, legumbres y frutos secos. Deberían consumirse con frecuencia, varias veces a la semana, debido a su aporte de hidratos de carbono a la dieta. Además, son especialmente adecuados para aquellos pacientes que sufren alteración del gusto y del olfato, ya que son menos intensos que carnes o pescados.

Frutas, hortalizas y verduras. Son la principal fuente de vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes. Conviene consumir dos o tres raciones de fruta entera al día, e incluir verdura, ya sea cruda o cocida, en las comidas. Mejor si son de proximidad y temporada. Los zumos exprimidos de frutas, además, ayudan a estar hidratados.

Cereales, pan y derivados. No deberían faltar en el desayuno, especialmente los cereales bajos en azúcar, los de tipo muesli y los integrales, ya que son ricos en vitaminas y minerales, y aseguran una mayor cantidad de fibra en la dieta. Se desaconsejan en aquellos pacientes que sufran trastornos como la diarrea.